Multitasking: ¿de verdad hay que hacerlo todo a la vez?
Pantallas, notificaciones, estímulos,… mientras ves una serie, revisas el móvil, mientras estudias, tienes varias pestañas abiertas en el ordenador y la música sonando de fondo, mientras hablas con alguien, no dejas de mirar las redes sociales.
A este fenómeno se le llama multitasking, y en teoría consiste en hacer varias cosas a la vez. La pregunta es qué efecto tiene en tu capacidad de concentración como estudiante.
El mito del multitasking
Durante años se ha vendido la idea de que hacer varias tareas al mismo tiempo era una habilidad valiosa. Parecía que quien podía atender a varias cosas a la vez era más productivo, más inteligente o más eficiente. Sin embargo, la ciencia lleva tiempo desmontando ese mito: nuestro cerebro no está diseñado para trabajar en paralelo en tareas complejas.
Lo que solemos llamar multitasking en realidad es un cambio constante de foco, un “salto” rápido entre tareas.
Cada vez que lo haces, pierdes segundos (a veces minutos) en volver a situarte. Esa suma de pequeñas distracciones termina pasando factura a la concentración y al rendimiento.

La concentración en peligro
En la vida universitaria, el multitasking se ha convertido casi en la norma. Es habitual estudiar con el móvil al lado, tener varias ventanas abiertas en el portátil o intentar hacer apuntes mientras se escucha un pódcast.
Puede parecer que se avanza más, pero, en realidad, cada interrupción fragmenta la atención y hace que el aprendizaje sea menos sólido.
Por ejemplo, las notificaciones son un imán para la atención, para perderla concretamente.
Un mensaje, una alerta de redes sociales, un correo nuevo… Cada una de ellas te puede parecer pequeña, pero interrumpe tu flujo de trabajo y luego volver al punto de concentración cuesta mucho más de lo que pensamos.
Estudios recientes han demostrado que quienes estudian intentando hacer multitasking retienen menos información a largo plazo. Se recuerda menos porque no se llega a procesar los contenidos de forma profunda.
¿Por qué seguimos haciéndolo?
Si sabemos que no funciona, ¿por qué seguimos insistiendo?
La ilusión de productividad
Cuando saltamos entre tareas, sentimos que estamos avanzando en todo un poco. Esa sensación es engañosa: confundimos actividad con productividad.
El miedo a perderse algo
Las redes sociales, los grupos de WhatsApp o incluso los correos generan la sensación de que si no estamos atentos en todo momento, nos perdemos algo importante. Esa ansiedad por estar conectados alimenta el multitasking.
La gratificación inmediata
Nuestro cerebro busca recompensas inmediatas.
Cambiar de tarea, mirar el móvil o distraerse con un vídeo nos da un pequeño “chute” de dopamina. Lo difícil luego es conseguir mantenernos en la tarea que requiere más esfuerzo y paciencia: estudiar.
¿Se puede entrenar la concentración?
Sí, no es un talento innato reservado a unos pocos privilegiados.
Igual que se entrena un músculo, también se puede ejercitar y mejorar con práctica. Lo importante es entender que no se trata de eliminar las distracciones para siempre (algo imposible hoy en día), sino de aprender a gestionar los momentos de foco y entrenar el cerebro para mantenerlos durante más tiempo.
Cada vez que decides volver a centrarte después de una distracción, estás, imagina, entrenado en el gimnasio: al principio cuesta, te dispersas rápido y la mente se cansa.
Pero con el tiempo, ese esfuerzo repetido fortalece tu capacidad de atención. Igual que nadie corre una maratón sin entrenar antes, tampoco puedes esperar mantenerte concentrado tres horas seguidas de golpe.

Estrategias prácticas para entrenar la concentración
Siguiendo con el ejemplo del gimnasio, también aquí necesitas una rutina que debes consolidar poco a poco para que sea efectiva.
Bloques de trabajo cortos: técnicas como Pomodoro (25 minutos de estudio y 5 de descanso) ayudan a entrenar la resistencia mental sin agotarte.
Un ritual de inicio: encender siempre la misma lámpara, ponerte auriculares o sentarte en un lugar específico, avisa al cerebro de que es hora de concentrarse.
Eliminar tentaciones visibles: guardar el móvil en un cajón o desactivar notificaciones. Lo que no ves, no te distrae.
Micro objetivos: dividir la tarea en pasos muy pequeños hace que la concentración se active con más facilidad porque siempre tienes un objetivo claro y alcanzable.
El papel del descanso en todo esto
Concentrarse no es estar horas y horas sentado sin moverse. El cerebro necesita pausas reales para rendir bien. Hacer un descanso cada cierto tiempo, dar un paseo corto o incluso charlar un rato con alguien puede ayudarte a recargar energía y volver a centrarte después.
Concentración compartida
La residencia puede ser un lugar lleno de distracciones, pero también puede convertirse en tu mejor compañera durante el curso.
Estudiar en grupo, por ejemplo, genera un efecto de “presión social positiva”: si todos están trabajando, te resulta más fácil mantenerte en la tarea. Del mismo modo, asegurar momentos de silencio en las zonas comunes o unirte a sesiones de estudio colectivas puede ayudarte a entrenar tu foco.

Recompensa los avances
A medida que practicas, notas la diferencia.
Verás cómo terminas las tareas en menos tiempo, retienes mejor lo que estudias y te sientes menos estresado. Y lo mejor es que esa habilidad no solo sirve para los estudios. Una buena capacidad de concentración se refleja en tu vida diaria, desde disfrutar de un libro sin mirar el móvil cada dos páginas hasta escuchar de verdad a alguien cuando habla.
Todo eso que vas a ir notando debes valorarlo y recompensarte por ello.
El valor de hacer una sola cosa
En una época en la que parece que todo el mundo presume de ser “multitasker”, aprender a concentrarse en una sola tarea es casi un superpoder.
Cuando te centras en lo que tienes delante, los resultados son mejores, tardas menos tiempo y disfrutas más del proceso.
Estudiar de verdad significa entrar en un estado de concentración profunda, donde los conceptos se asimilan y la memoria se activa. Y eso solo se consigue reduciendo las distracciones y entrenando el foco.
La era del multitasking hace creer que podemos con todo, pero en realidad muchas veces nos roba lo más valioso: la capacidad de concentrarnos en lo que importa. Recuperar esa atención plena es clave para aprender mejor, disfrutar más y evitar el estrés constante de saltar de una cosa a otra.
La residencia es un lugar lleno de estímulos, y aprender a gestionarlos es el objetivo porque, al final, concentrarse en una sola cosa no significa hacer menos, sino hacer mejor.
