El primer mes lejos de casa: cómo sobrevivir a la nostalgia universitaria

Cambiar de ciudad, dejar tu casa, tu familia y a tus amigos para empezar la vida universitaria suena a aventura. Pero no siempre es fácil. Al principio puede sentirse más como una montaña rusa emocional que como ese sueño que tenías en mente cuando elegiste estudiar fuera.

Si dentro de unas semanas te mudas a una residencia universitaria o a un piso compartido, te interesa saber que es normal sentir nostalgia, y también cómo sobrellevarla.

Cuando la nostalgia aparece (aunque no quieras admitirlo)

Hay un momento que llega tarde o temprano: estás en tu nueva habitación, aun con la maleta medio por deshacer, y te das cuenta de que no estás de vacaciones, sino empezando una vida nueva. 

Y ahí, de fondo, aparece la nostalgia.

Echas de menos a tu familia, a tus amigos, tu cama, tu barrio, incluso esas pequeñas rutinas que antes ni valorabas. Y por mucho que intentes mantenerte positivo, hay ratos en los que cuesta.

Esto no es una señal de que hayas tomado una mala decisión. Es una reacción normal ante un cambio enorme. Lo importante es no ignorarla, pero tampoco dejar que te paralice. 

Sentirse un poco perdido es parte del proceso. Lo que no significa que tengas que quedarte ahí.

7 ideas para superar el primer mes fuera de casa

Aquí van diez consejos prácticos (y reales) que te van a ayudar a llevar mejor esos primeros días. No son fórmulas mágicas, pero sí pequeños pasos que te dan algo de alivio cuando lo necesites.

01. Dale tiempo a esta nueva etapa

No te exijas adaptarte en 48 horas.

 A veces vemos a gente que parece superfeliz desde el minuto uno, pero cada persona vive este cambio a su ritmo. Permítete sentir lo que sientes, sin juicio.

A veces llegas a una residencia universitaria con una idea muy de serie americana: fiestas, amistades instantáneas, habitaciones de revista. Pero la realidad es un poco más caótica.

Los primeros días pueden estar llenos de caras nuevas, horarios diferentes, y bastantes dudas. No pasa nada. Eso también es parte de la experiencia. Cuanto antes te permitas vivir esta etapa sin presionarte para “estar bien” todo el rato, mejor la vas a llevar.

02. Crea “tu rincón”

Tu habitación es tu refugio. 

No hace falta que esté perfecta, pero sí que tenga algo tuyo: una manta, fotos, libros, una planta… Lo que sea que haga que te sientas un poco más en casa.

Una habitación de residencia es solo una habitación… hasta que la haces tuya. No necesitas gastar mucho ni llenarla de cosas, pero sí darle tu toque.

Eso convierte el espacio en algo más tuyo, más cómodo. Un sitio al que puedas volver después de un día raro y sentirte un poco más tranquilo.

03. Mantén el contacto con tu gente, pero sin aislarte

Echar de menos a tu familia, a tus amigos de siempre, incluso a tu cama o tu comida favorita, es normal. No lo evites. Pero intenta no engancharte.

Si te pasas las tardes encerrado viendo las fotos del verano y contando los días para volver, te vas a perder todo lo nuevo que puedes vivir. Llama a tu gente, escríbeles, pero también sal, habla con otros, apúntate a algo

La nostalgia no desaparece ignorándola, pero se aligera cuando la vida empieza a llenarse de otras cosas.

04. Establece una pequeña rutina

El caos de horarios al principio puede hacerte sentir un poco perdido. Una rutina básica (aunque sea inventada) ayuda mucho. Levantarte a una hora parecida cada día, darte una ducha, desayunar tranquilo, salir a dar una vuelta si no tienes clase… 

Todo eso crea estructura. Y la estructura da tranquilidad. Aunque estés en un entorno nuevo, si le das algo de orden, te sentirás más en control.

05. Conecta con los demás, aunque sea poco a poco

No necesitas ser la persona más extrovertida de la residencia. Basta con pequeños gestos: presentarte, unirte a una comida, preguntar algo en clase. 

Las relaciones no surgen de golpe, pero se construyen así.

Cuando todo te resulta desconocido, salir a descubrir tu nuevo entorno te conecta con el presente. No hace falta que te conviertas en guía turístico, pero sí que salgas a perderte un poco, a probar un sitio nuevo. 

06. Cuida tu cuerpo (sí, también ahora)

Dormir bien, comer medio decente, moverte un poco, …, son cosas que parecen básicas, pero no siempre se hacen, y más cuando estás sometido a tantos cambios de golpe

Muchas veces, estar triste hace que desatendamos justo eso, y es malo porque el cuerpo influye muchísimo en cómo te sientes. Si tu cuerpo se siente bien, tu estado de ánimo también lo notará.

07. Recuérdate por qué estás aquí

Volver a tu motivo inicial ayuda. 

¿Por qué elegiste esta carrera, esta ciudad, esta aventura? Tener claro el “para qué” te conecta con lo que importa, incluso en los días más duros.

Seguro que hubo un motivo que te trajo hasta esta nueva ciudad, seguro que persigues un sueño, una oportunidad, un proyecto, vale, pues, recuérdalo.

Tenlo presente. Haz una lista de las cosas que quieres aprender, vivir y  descubrir en esta etapa y ve a por ellas.

Recuerda que estás aquí por error. Estás aquí porque te atreviste.

Quizá no hagas amigos para toda la vida en dos semanas. Quizá no te encante tu habitación ni te sientas 100% cómodo en tu nueva rutina. No importa.

Lo que hoy parece raro, dentro de poco será parte de tu día a día. Lo que hoy te da miedo, en unos meses, será una anécdota. Solo necesitas darte tiempo. Y permitirte estar en proceso.

Adaptarse no es llegar y estar bien desde el primer día. Es seguir adelante, incluso cuando cuesta. Es llorar un poco, reír más y seguir descubriendo todo lo que esta etapa tiene para ti.

Publicaciones Similares