¿Vienes a estudiar solo? Montepríncipe te ayuda a empezar con buen pie
Cambiar de ciudad, empezar una carrera y dejar atrás tu casa y a tus amigos no es fácil.
Da vértigo.
Lo normal es que, en esta época del año, tengas la cabeza llena de dudas: ¿me adaptaré?, ¿conoceré gente?, ¿me gustará vivir fuera?, ¿cómo es eso de compartir con otros?, ¿voy a estar solo?
Es totalmente normal sentirse así, en la Residencia, cada año, decenas de estudiantes se hacen esas mismas preguntas antes de mudarse por primera vez. Y aunque al principio parezca un salto al vacío, te aseguramos algo: vivir en una residencia universitaria hace que el comienzo sea mucho más llevadero.
Estudiar en una nueva ciudad
Empezar la universidad en una ciudad nueva es mucho más que empezar las clases. Es cambiar de entorno, de rutina y de vida. Puede que sea la primera vez que vives fuera de casa, que tengas que encargarte de tu propia comida, tu tiempo y tu organización. Y además, que lo hagas rodeado de gente que no conoces.
Esa mezcla de emoción e incertidumbre es normal.
Por un lado, tienes ganas de conocer, descubrir y vivir nuevas experiencias.
Por otro, es fácil sentirse un poco perdido al principio.
Tomar una buena decisión sobre dónde vas a vivir es algo a lo que debes dedicar un poquito de tiempo y no hacerlo a la ligera.
No es lo mismo pasar tus primeros meses en una ciudad nueva, sintiéndote solo que hacerlo en un entorno que te acompañe y te lo ponga fácil. Y ahí es donde las residencias universitarias tienen mucho que aportar.

Las ventajas de elegir una residencia universitaria
Vivir en una es una de las opciones más completas para quienes estudian fuera por primera vez. No solo por la comodidad, sino también por el ambiente que se genera.
Aquí tienes algunas de esas razones que debes conocer y tener en cuenta para decidir dónde vas a vivir el próximo curso.
No es solo un sitio donde dormir
Es mucho más que un alojamiento. Es un lugar donde, desde el primer día, formas parte de un todo. Desde el momento en que llegas, tienes gente a tu alrededor que está pasando exactamente por lo mismo que tú. Y eso une.
Aquí no eres “el nuevo” durante mucho tiempo. Las presentaciones son rápidas, los pasillos están llenos de conversaciones, y siempre hay alguien con quien bajar a cenar, salir a dar una vuelta o comentar el último examen.
Gente como tú, con ganas de empezar
Una de las mayores ventajas es que todo el mundo llega con la misma actitud, la de conocer gente, pasarlo bien y aprovechar la experiencia universitaria al máximo, sin dejar de lado lo realmente importante sacar adelante el curso universitario que tienes por delante.
Puede que vengas de una ciudad pequeña, o de otra comunidad autónoma, o incluso de otro país. No importa. La mezcla de personas es parte de la gracia.
Aprendes a convivir, a respetar otras formas de vivir y a abrirte a nuevas amistades. Y lo mejor es que, sin darte cuenta, empiezas a construir una pequeña familia lejos de casa.
Actividades que te lo ponen fácil
A menudo se organizan actividades para que no tengas que romper el hielo tú solo: cenas temáticas, torneos de ping-pong o fútbol, noches de cine, juegos de mesa, clases de cocina, salidas culturales o escapadas de fin de semana.
No hace falta que seas el alma de la fiesta para encajar. Puedes elegir a qué te apuntas y con quién te relacionas, pero el ambiente está pensado para que nadie se quede aislado.
Poco a poco, vas encontrando tu sitio.

Siempre hay alguien cerca
Otra de las cosas que más valoran quienes se alojan en residencia es que nunca están solos del todo. Si un día te encuentras regular, necesitas hablar o simplemente quieres compañía, solo tienes que salir de tu habitación. Siempre hay alguien en las zonas comunes, alguien que pasa por tu pasillo o que se cruza contigo en el comedor.
Además, el personal de la residencia también está ahí para ayudarte. Desde recepción hasta los responsables de bienestar, están acostumbrados a acompañar a estudiantes en su primer año y entienden perfectamente cómo te puedes sentir. No es como vivir en un piso compartido, donde muchas veces cada uno va a lo suyo, para nada, aquí hay una red de apoyo constante.
La comodidad también cuenta
Cuando te mudas por primera vez, hay muchas cosas que se te pueden hacer cuesta arriba: hacer la compra, cocinar, limpiar, organizar tu tiempo…
En una residencia, gran parte de eso ya está resuelto. Tienes pensión completa o media pensión, limpieza regular y espacios comunes listos para estudiar, relajarte o socializar.
Eso te permite centrarte en lo importante: adaptarte, estudiar, conocer a tus compañeros y disfrutar de la etapa universitaria sin agobios innecesarios.
Las amistades que te llevas
Una de las cosas más bonitas es que, muchas veces, las personas que conoces en tu primer año se convierten en tus amigos durante toda la carrera… y más allá. Compartís tanto (primeras veces, exámenes, fiestas, risas, también alguna que otra lágrima), que se forma un vínculo muy especial.
Incluso si después te mudas a un piso compartido o a otro tipo de alojamiento, los amigos de la residencia suelen quedarse en tu círculo. Y eso no tiene precio.

¿Todavía tienes dudas?
Es normal que te cueste decidir.
Cambiar de etapa siempre genera miedos. Pero vivir en una residencia es una forma fantástica de empezar tu vida universitaria con apoyo, rodeado de gente en tu misma situación y con todas las comodidades que necesitas.
Si te estás planteando venir solo o sola, pero te da miedo sentirte perdido, tenlo claro: aquí no vas a estar solo. En cuanto cruces la puerta, vas a encontrar un lugar pensado para ti, donde encajar desde el primer día.
Y, si todavía no lo tienes claro, te animamos a que vengas a visitarnos. Así podrás ver los espacios, hablar con otros estudiantes y hacerte una idea real de cómo sería tu día a día en la Residencia Montepríncipe. Porque empezar esta nueva etapa con buen pie… sí que se puede.
