Vivir con compañeros: guía de supervivencia para no perder la paciencia

Compartir piso o residencia universitaria es una de esas experiencias que todo estudiante recuerda. Puede ser increíble, divertida y llena de anécdotas… pero también un pequeño campo de batalla si no se gestiona bien.

La cosa es que convivir con otras personas con horarios distintos, manías propias y niveles de orden muy variables (por decirlo de una manera suave), no siempre es fácil.

Hablemos de eso, de cómo sobrevivir (y llegar a disfrutar) de la vida compartida sin perder la paciencia.

La convivencia universitaria: ese gran reto

Cuando uno llega a la universidad, todo es nuevo: ciudad, amigos, clases, rutinas…, y de repente, hay que compartir el día a día con personas que no conocías hace un mes. 

La mayor parte de las veces congenias desde el primer momento, no dejan de ser chicos y chicas como tú que están estudiando y en tu situación, pero otras, …, otras veces descubres que no todos entendemos igual el concepto de “orden” o “ruido razonable”.

La convivencia es uno de los grandes aprendizajes que te llevas de la vida universitaria. Enseña empatía, comunicación y tolerancia, pero también a poner límites y respetar los de los demás.

 Saber convivir no es solo cuestión de suerte: requiere actitud, paciencia y, sobre todo, ganas de entender al otro. Es decir, que todos tenéis que poner un poquito de vuestra parte para que esta relación salga bien.

Tipos de compañeros (y cómo sobrellevarlos)

Cada residencia o piso compartido tiene su “ecosistema” particular, pero aun con eso hay perfiles que se repiten en todas partes y cada año:

El nocturno

Funciona mejor de noche, cuando tú ya estás con el pijama puesto.

Su vida comienza a las 23:00, justo cuando decide freír algo o ver vídeos a todo volumen. Aquí el diálogo es esencial para evitar conflictos. Debéis poneros de acuerdo sobre horarios de descanso y normas básicas. 

No hace falta ser rígidos, pero sí coherentes.

El desordenado crónico

Convierte la cocina en un laboratorio de física experimental, por no hablar de su habitación, parece una zona de desastre natural.
Aquí, lo mejor es que evites sermonearle, no te va a llevar a buen puerto. Mejor intenta establecer un turno de limpieza o acuerdos claros sobre los espacios comunes.

Luego ya en su habitación, si no la compartís, bueno, ya es menos importante.

El silencioso

Siempre está ahí, pero apenas lo ves. Sale, estudia, vuelve. No da problemas, pero tampoco se comunica mucho.
Es este caso, debes respetar su forma de ser y no quieras obligarle a nada, si necesita su espacio, dáselo; solo intenta mantener un mínimo contacto para que la convivencia sea cordial.

Seguramente que cuando tenga más confianza se acercará y la relación será más fluida.

El fiestero

Seguro que ya conoces a varios. Lleno de energía, propone planes a todas horas. Su lema es “ya dormiremos cuando acabe el curso”. Esto está muy bien en determinados momentos, pero según avanza el curso, seguirle la corriente puede complicártelo todo mucho.
Bien, disfruta de su entusiasmo, pero aprende a decir “no” sin sentirte culpable.

Las claves para una buena convivencia

Compartir piso o residencia no viene con manual de instrucciones. Por eso, cuando se mezclan horarios, costumbres y personalidades distintas, lo normal es que haya roces, pero lo importante es que no lleguen a más.

Una buena convivencia no depende tanto de tener suerte con los compañeros como de aprender a gestionarla. Con unas cuantas pautas claras y una actitud abierta, la vida compartida se hace mucho más fácil (y hasta divertida). Estas son algunas de las claves que lo consiguen:

Comunicación, comunicación y comunicación

La base de toda buena convivencia. 

Si algo te molesta, háblalo cuanto antes. Evitar el conflicto solo hace que crezca. Intenta usar un tono tranquilo, sin sarcasmos ni acusaciones. La mayoría de los problemas se resuelven con una charla honesta.

Acuerdos desde ya mismo

No esperes a que surjan los problemas para hablar de normas. 

Desde el primer día, podéis acordar cuestiones básicas: limpieza, visitas, gastos comunes, horarios, uso del baño o cocina, …, lo ideal es dejarlo claro desde el principio, es lo que evita malentendidos que a la larga hacen la convivencia imposible.

Respeto y empatía

Puede que tu compañero tenga exámenes cuando tú estás de relax, o que trabaje fines de semana y necesite dormir cuando tú tienes ganas de charla. Eso pasa.

Solo debéis recordar ambos que cada uno tiene su ritmo y sus circunstancias para ayudar a mantener la calma.

Espacios personales

Aunque compartáis piso, todos necesitáis momentos de intimidad. Respeta los ratos de descanso y el espacio personal del otro. No olvides algo: tu habitación no es una extensión del salón común.

Conflictos inevitables (y cómo resolverlos)

Convivir significa compartir, y compartir implica diferencias. Es normal que, incluso en el mejor de los ambientes, surjan pequeños conflictos: quién ha usado los platos, quién ha dejado el baño empapado o quién ha puesto la música demasiado alta, …, todo eso está a la orden del día.

El problema no es que existan los conflictos, sino cómo se gestionan. Aprender a resolverlos sin convertir la casa en un campo de batalla es clave para una convivencia sana y duradera.

Lo primero es aceptar que no todo el mundo actúa como tú lo harías. Entender eso cambia la forma en que enfrentas los roces cotidianos, y, sobre todo, hay que saber comunicarse con respeto, incluso cuando estás molesto:

Habla cuando estés tranquilo: si discutes en caliente, probablemente digas algo de lo que luego te arrepientas.

Evita los grupos de WhatsApp para discutir: las cosas se malinterpretan, incluso aunque añadas emojis. Mejor cara a cara.

Soluciones, no solo quejas: es más constructivo decir “¿te parece si nos turnamos?”, que “nunca haces nada”.

Escucha también su versión: muy a menudo el otro ni siquiera es consciente del problema. Recuerda que no todos somos iguales y lo que para uno es normal, para otro puede ser desquiciante.

Y si no hay manera… consulta con el responsable de la residencia o busca mediación externa. No todo se puede resolver por uno mismo. Saber resolver los conflictos con calma no solo mejora la convivencia, sino que te enseña habilidades valiosas para la vida: empatía, negociación y autocontrol.

Convivir te enseña a ser más tolerante, a mirar las cosas desde otros puntos de vista y a comunicarte mejor. Además, en un entorno universitario, los compañeros suelen convertirse en una red de apoyo fundamental: quienes te animan antes de un examen, te prestan apuntes o simplemente te escuchan cuando echas de menos casa.

Por eso, aunque a veces la convivencia sea un reto complicado, también es una de las mejores escuelas de vida que tendrás.

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