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Una fecha importante para todos los países es el 15 de marzo, cuando se celebra el Día Mundial de los Derechos del Consumidor.  Su origen se remonta al año 1963 gracias al discurso del entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, referido a los derechos de los consumidores.

Si bien es cierto que la historia de la humanidad puede ser contada a través del consumo de bienes y servicios, gracias al desarrollo de ambos, también son ciertas la distancia y las diferencias que hay en el tiempo desde aquella fecha. En la segunda mitad del siglo XX, hasta el presente, cuando el consumo y las formas de producir y adquirir productos han dado un vuelco considerable.

En una residencia de estudiantes es fácil observar los patrones de consumo de los residentes, quienes, además de productos, demandan una serie de servicios indispensables para su quehacer académico, como electricidad, agua, televisión por cable y conexión a Internet. Además de productos necesarios para sus clases y su vida diaria, como ropa, zapatos, bolsos, libros, computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes, y los servicios de conectividad asociados a estos dispositivos.

Una parte del discurso de Kennedy especifica que “por definición, el concepto de consumidor nos incluye a todos”.  Para bien o para mal, considerando a las personas más austeras del planeta, o a quienes viven en países con restricciones para adquirir bienes y servicios, de alguna manera se es consumidor, en mayor o menor medida.

Existe un hito histórico para la producción y, en consecuencia para el consumo, como es la revolución industrial, iniciada a mediados del siglo XVIII en Gran Bretaña. Esta incluyó una serie de transformaciones tanto económicas como tecnológicas y sociales que significó la transición de una economía rural y precaria a otra más urbana e industrializada.

Las implicaciones sociales del impacto del consumo merecen un tratamiento aparte. Pero el caso que nos ocupa es el cambio en los patrones de consumo, lo cual supuso la presencia de una espiral consumo-producción y viceversa, que no se ha detenido desde entonces, pero que ha dado giros importantes para la economía mundial.

Hoy en día, aparte de hablarse y trabajar en función de los derechos de los consumidores, y gracias al desarrollo de las tecnologías, existen organizaciones a nivel mundial en defensa de quienes consumen bienes y servicios desde y hacia cualquier punto del planeta.

Todos somos consumidores

La existencia de cualquier ser humano en el planeta implica el consumo de bienes o servicios, sin importar raza, género, ideología política, religión y un sinfín de características asociadas a nuestras condiciones y preferencias. De alguna manera, los países se las han arreglado para establecer algunos acuerdos y llegar a crear organizaciones en procura y defensa de los consumidores.

Así, organizaciones como Consumers International (Asociación Internacional de Consumidores), una federación mundial que agrupa a 240 corporaciones en  representación de los consumidores. Tiene sede en Londres y es la única organización de este tipo que trabaja con sus asociados en el tema de consumo a nivel mundial.

Los principios de la organización están cimentados sobre la base del derecho a la libertad de expresión, de reunión y de asociación las cuales están establecidas en la Declaración de Derechos Humanos, a fin de lograr avances en las leyes internacionales y nacionales que promuevan la protección del consumidor, de los ecosistemas y el desarrollo sostenible, así como otros bienes de orden público.

Por su parte, en España, funciona la Organización de Consumidores y Usuarios, creada en 1975 para defender los derechos de los consumidores. Esta se financia esencialmente con los aportes de sus socios, los cuales dan acceso a una serie de productos y servicios.

Todas las asociaciones de consumidores son organizaciones democráticas, libres, conformadas por la sociedad civil con la idea de representar a consumidores y usuarios, defender sus derechos, educarlos y asesorarlos. Todas son entidades sin fines de lucro que se conforman en torno a federaciones y confederaciones locales e internacionales.

Si bien la definición de consumidor no está establecida en ningún texto constitucional, cada país, en su carta magna, reconoce una serie de derechos de los consumidores que deben ser garantizados por los poderes públicos, por ser la parte débil de la relación entre los proveedores de bienes o prestadores de servicios y los receptores, consumidores y usuarios de dichos productos.

La idea es que los habitantes de cada país conozcan sus derechos como consumidores, los aplique y defienda, especialmente en tiempos de cambios en los modos de compra donde se incluyen la adquisición de bienes y servicios en línea y cuya relación proveedor-consumidor se establece bajo diferentes riesgos.

Algunos de estos riesgos incluyen el robo de identidad digital, que consiste en la apropiación de la identidad virtual de una persona por un tercero y aprovecharla para fines fraudulentos (adquisición de créditos, compras en línea, entre otros), la difamación y exposición pública de datos personales para fines comerciales, la emisión de correos falsos, y los tan usados phishing, técnica que consiste en distribuir mensajes electrónicos como si procedieran de una entidad bancaria u otra organización, a fin de obtener información confidencial del usuario.

Además de la recepción incontrolada de spam o correos basura, los malware, gusanos, troyanos, entre otros, incluidos en la denominada guerra informática o ciberguerra.

Consumo responsable

Otro tema que se ha desarrollado en torno al consumo es el llamado “consumo responsable”, el cual implica una serie de actitudes no solamente frente al producto, su calidad, precios y utilidad, sino a la forma de fabricación, a la responsabilidad social de la empresa, a su impacto en el medio ambiente y a los recursos que se involucran en su manufactura, distribución y venta.

Asimismo, este concepto plantea temas como el consumo compulsivo, considerando algunos criterios para tener una actitud responsable frente al consumo y tomando en cuenta factores. Entre esto destacan: si realmente necesitas el producto, si no tienes otro en tu casa, igual o parecido, si funcionará durante mucho tiempo o perecerá de forma inmediata, y hasta su disposición final una vez lo hayas usado.

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